viernes, 20 de mayo de 2011

El soldado que no tenía porque luchar... [(Parte IV) y última]

              "...Caminó tan lejos como sus pies se lo permitían, paso por diferentes poblados, diferentes naciones y de haber sido posible lo hubiera hecho también por diferentes planetas. Conoció cuanto le fue posible y todo le parecía hermoso.

                Le parecían hermosos los atardeceres, los amaneceres, la lluvia, el frío, las rosas que florecían, las canciones que escuchaba, el viento, el mar, la gente, sus fiestas, sus defectos.


                El soldado estaba enamorado de la vida, pero sabía que la vida no era una buena causa para pelear, porque a fin de cuentas siempre termina; había visto morir una rosa, había visto morir a su perro, había visto morir a su mejor amigo, a su padre, a su querido abuelo y sabía que algún día vería morir también a su amor, e incluso a él mismo. Pero si la vida no era una buena razón para pelear, la muerte tampoco lo convencía. Le parecía lúgubre, obscura y misteriosa.

                 Una tarde, mientras caminaba sin rumbo fijo, vio a lo lejos, en la cima de una gran montaña, que la gente de los alrededores conocía como Belford,  algo que llamó su atención.

                Era una enorme cruz, parecía no ser nada ostentosa, simple y sencillamente dos pedazos de madera cruzados perpendicularmente. El singular hallazgo le llamó la atención y decidió ir a ver de que se trataba.

                El camino fue sinuoso y muy difícil, tanto que le tomo varios meses llegar a la cima. Durante el camino tuvo que superar muchas adversidades que su formación como soldado le permitieron superar.

               Cansado pero con la firme intención  de conocer de cerca éso que le había cautivado desde la primera mirada al fin llegó. El soldado estaba ahí parado frente a una cruz de madera en la cima de una montaña. Y sin saber porque, sin saber que lo movía, apoyó su rodilla derecha en el suelo y, sin siquiera atreverse a mirar la cruz, comenzó a llorar.


            
                Recordaba su vida, a su abuelo, sus misiones y parecía que poco a poco todo tomaba sentido aún sin saber por qué.

               Algo le decía que en ésos pedazos de madera estaba todas sus misiones juntas: su patria, su dinero y su trabajo, su amistad, su amor, lo hermoso de la vida y lo indiscutible de la muerte. Todo lo reunía y adquiría un significado más profundo y lo más importante: adquiría un significado eterno.

              Después de estar varios días postrado ante la cruz lleno de felicidad sin saber a ciencia cierta porque. Encontró una  pequeña nota al pie de la cruz que decía algo así:

“Amado soldado: sabía que llegarías, desde el principio de los tiempos sabía que lo harías. Ésta es mi cruz y necesito que me ayudes a cargarla. Tienes todo lo necesario para ser un gran soldado, solo te falta una misión que te motive el resto de tu vida y aún después. Pues aquí la tienes gran soldado: a partir de ahora, si así lo consideras conveniente, serás mi soldado, pilar de mi ejército. De hoy en adelante tu misión será reclutar más soldados que no tengan porque luchar y hacerlos parte de mi armada. De hoy en adelante tú serás “soldado de Cristo””.
Atte. Tu mejor amigo, amor y comandante...  Jesús.

Cuentan que desde ése día y hasta hoy, el soldado ha dado su vida para luchar por el ejército representado  por ésa misteriosa cruz. Cuentan que nunca olvidó ninguna de sus misiones pasadas y su patria, el dinero y el trabajo, la amistad y su amor son algunas de sus principales armas, que la vida y la muerte las ve ahora como una sola y sobre todo, que su  misión ahora es perfecta-

Se dice “El soldado de Cristo” vive en el monte Belford, y siempre está buscando nuevos miembros para su pequeño pero indestructible ejército. Hombres verdaderos que no los satisfaga nada de éste mundo, que estén en busca de verdaderas razones para luchar.

Y también se cuenta que una vez iniciado en el ejército de Cristo cada soldado repite con la mano en el corazón, con una rodilla en el suelo y postrado ante la cruz las palabras que a partir de ahora lo identificarán como un verdadero soldado que SI tiene porque pelear:

 “Señor, yo prometo ser generoso, valiente, sacrificado y alegre… para ser apóstol de tu Reino, luchador de tu Iglesia, soldado de Cristo…”







FIN

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